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Los disturbios de USA: una historia recurrente.

Actualizado: 11 oct 2020


Autor: Beatriz Gutiérrez - Phd/APP

Year 5 - Week 24

ISSN 2603 - 9931


Los disturbios de la última semana en Estados Unidos nos han hecho volver a la realidad de los riesgos para nuestra sociedad más allá del COVID-19, incluso en pleno confinamiento.


El 25 de mayo, un empleado de un supermercado llamaba a la policía en Minneapolis, Minnesota, después de que un varón negro de 46 años, George Floyd, comprase tabaco y pagase con un billete falso de 20 dólares. 17 minutos más tarde la llegada de la policía, Floyd estaba muerto. Inmovilizado contra el suelo durante ocho minutos, por la presión ejercida por uno de los cuatro agentes sobre su cuello, la autopsia realizada por la familia ha confirmado la muerte por asfixia mecánica por compresión de las vías respiratorias y espalda. Sin embargo, la versión de la autopsia realizada en el marco del procedimiento judicial, señala como causa de la muerte la insuficiencia cardiorrespiratoria, debida a patologías previas como alta presión arterial y enfermedad coronaria; a ello se unían como acelerantes de la muerte el hallazgo de restos de fentanil y metanfetaminas en la sangre de Floyd, que pudieron contribuir a la parada cardiaca. Estos puntos son también negados por la autopsia privada, que argumenta que no tuvieron relevancia en el proceso de asfixia mecánica sufrida por Floyd[1].

La herencia de la segregación en Estados Unidos.

Segregación. La segregación negra deriva directamente de la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, de forma definitiva tras la guerra civil. Sin embargo, desde entonces la población negra continuó siendo marginada a través de la separación física de la población blanca y de la restricción legal en el acceso a viviendas, educación o propiedad privada, iniciándose una falla social cuyos ecos han llegado a nuestros días. Desde 1865, un conjunto de leyes determinaba, en los Estados del Sur, múltiples aspectos de la vida cotidiana de la minoría afroamericana, como en qué áreas podían trabajar y vivir, así como su disponibilidad para la realización de trabajos no cualificados -ámbito que afectaba tangencialmente a la educación-. De aquí, hasta ya bien entrado el siglo XX, las leyes segregacionistas separaban escuelas, áreas residenciales, parques, teatros, cementerios, en incluso salas de espera o cabinas telefónicas.


El Movimiento de Derechos Civiles. A lo largo de la década de los cincuenta, cada vez más sentencias del Tribunal Supremo de los Estados Unidos comenzaron a declarar inconstitucionales las leyes segregacionistas. En este contexto, la situación sufre un progresivo cambio de 180 grados en 1955, cuando una mujer negra, Rosa Parks, es detenida por negarse a ceder su asiento en un autobús de Montgomery, Alabama, a un blanco. Los líderes de la comunidad negra local formaron la Montgomery Improvement Association, encabezada por un ministro baptista, Martin Luther King. El movimiento, que se caracterizó fundamentalmente por el uso de acciones de resistencia pacífica como sentadas y boicots, enfrentándose en multitud de ocasiones a reacciones violentas por parte de la comunidad blanca. En 1963 la Marcha de Washington, donde se hizo famoso el discurso de King “He tenido un sueño”, aglutinó a más de 200000 personas de todas las razas con el propósito de modificar la legislación en materia de derechos civiles y establecer la igualdad de oportunidades entre blancos y negros. Un año más tarde, el presidente Johnson firmaba la Ley de Derechos Civiles, que había sido iniciada por Kennedy, poco antes de su asesinato. La igualdad de iure se había alcanzado, no así la de hecho.


Pero el Movimiento por los Derechos Civiles no fue único en la lucha por la igualdad negra. Su enfoque basado en la no-violencia no parecía suficiente para los sectores más radicales contra la segregación, fundándose en 1966 como alternativa violenta el Partido de los Panteras Negras, conocido como los Black Panthers, cuya orientación marxista buscaba la confrontación directa contra las fuerzas policiales, a quienes acusaban de brutalidad sistemática contra la comunidad negra. A pesar de su breve existencia, marcada por las acciones armadas contra el FBI y las escisiones internas, tuvieron un impacto relevante en Oakland, California, donde surgió el movimiento, además de Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Filadelfia, algunas de las ciudades con mayores comunidades negras. Además de programas sociales, los Panteras Negras establecieron una serie de grupos de vigilantes armados que patrullaban los barrios negros como defensa frente a los abusos policiales, de modo que los enfrentamientos se convirtieron en frecuentes, hasta el punto de ser considerados por el FBI una de las principales amenazas para la seguridad nacional en la época[2]. Un caso extremo fue el del exmarino estadounidense y afroamericano Marc Essex, el francotirador de Nueva Orleans, cuya vinculación a los Panteras Negras, más ideológica que física, le llevó a perpetrar un ataque desde un hotel de dicha ciudad, acabando con la vida de nueve personas, entre ellas 5 policías, en el año nuevo de 1973.


Los disturbios de Los Angeles, 1992. En marzo de 1991, cuatro agentes de la policía de Los Ángeles apalearon a un motorista negro al que habían parado por exceso de velocidad. Un año después, acusados de abuso de autoridad y uso excesivo de la fuerza, tres de ellos fueron exculpados. La comunidad negra salió a las calles durante cinco noches de manifestaciones violentas, saqueos e incendios en la ciudad, y donde murieron 50 personas. Se hubo de declarar el estado de excepción, movilizar a la Guardia Nacional, e incluso el presidente del gobierno George Bush envió un contingente de marines como refuerzo de los más de mil policías antidisturbios. La ciudad, a pesar de ser famosa por su diversidad cultural, contaba con un departamento de policía mayoritariamente blanco, donde las comunidades minoritarias percibían una situación de profiling racial, especialmente agudo hacia negros e hispanos, mientras que también existían tensiones inter-minoritarias, como entre negros y coreanos.


De Black Lives Matter a Dallas. El movimiento Black Lives Matter nace en 2012, cuando un miembro voluntario de una patrulla ciudadana mata en un supermercado a un adolescente afroamericano de 17 años, Trayvon Martin, en Florida. George Zimmerman, quien disparó a Martin, fue absuelto en 2013, dando paso a una oleada de protestas a lo largo de todo el país, que trataban de poner de manifiesto el número desproporcionado de incidentes donde un afroamericano moría en un enfrentamiento con la policía; las protestas pronto se organizaron en forma de una plataforma organizada, Black Lives Matter[3].


Esta dinámica, no obstante, bascula entre la no-violencia y la violencia. Así como el movimiento de derechos civiles tuvo a los Black Panthers y Marc Essex, Black Lives Matter también ha producido elementos radicales. En 2016, mientras se celebraba otra manifestación pacífica, celebrada simultáneamente en todo el país, por varios enfrentamientos armados de la policía con miembros de la comunidad afroamericana en Louisiana y Minnesota, Micah Johnson, disparó desde una azotea sobre 12 policías y dos civiles que participaban en el dispositivo de seguridad de la manifestación. Cinco policías fallecieron. Johnson, al igual que Essex, había sido militar, fue licenciado por abuso sexual a una compañera, y era simpatizante del Nuevo Partido Panteras Negras, heredero del movimiento de los setenta, y que continúa con la lucha -política- por los derechos de la comunidad negra estadounidense. Su propósito era claro: matar policías blancos[4].


Lucha de identidades: discriminación vs. Guettificación.

Sin embargo, debemos introducir otra apreciación en esta ecuación, para interpretar de una forma más completa el paso de la acción no violenta a la violencia de casos como los que acabamos de mencionar. Varios elementos a considerar son los siguientes:

- La discriminación puede conducir a la formación de guettos. Una característica común, si bien se presenta con diversas intensidades, es la formación de subcomunidades que refuercen características identitarias comunes en zonas deprimidas donde predomine una identidad racial o religiosa común. Algunas de estas zonas desarrollan sus propias normas conductuales no escritas, su derecho consuetudinario que ordena la subcomunidad, en oposición a la cultura mayoritaria y externa, desarrollándose tensiones hacia ella. Del mismo modo, este contexto específico puede constituir un caldo de cultivo para la criminalidad, más o menos sofisticada: en un contexto de privación y discriminación, racionalmente la delincuencia implica un menor esfuerzo y mayor beneficio que, por ejemplo, enfrentarse al sistema para obtener una beca de estudios que permita acceder a la universidad. La criminalidad, especialmente en contextos donde se refuerza socialmente a través de grupos con diversos grados de organización, retroalimenta la segregación.


- La formación de guettos puede conducir a la radicalización. La aparición de subculturas, a su vez, también es caldo de cultivo de procesos de radicalización de la identidad -política, racial, religiosa, etcétera. La segregación frente al exterior favorece que se establezcan lazos más fuertes donde dichas identidades se refuerzan y el individuo tiende a sentirse más integrado y protegido. Aunque el ejemplo más mediático en los últimos tiempos es la radicalización terrorista, lo mismo puede decirse de bandas juveniles, movimientos políticos, activistas, vigilantismo, etcétera.


- La radicalización, en un contexto de dinámica de masas, puede conducir al contagio de la violencia. Finalmente, son estos grupos radicales los que general un efecto contagio en manifestaciones que a priori son de carácter pacífico. El anonimato que proporciona la masa hace que la afinidad racial, ideológica o identitaria con grupos exaltados o que hacen uso de distintos niveles de violencia -desde agredir a la policía a lanzar objetos o incendiar y destruir el mobiliario público- puede producir que personas que en un contexto individual nunca se plantearían llevar a cabo ese tipo de acciones, se vean inmersas en la acción simplemente por la inercia del momento y la presión del grupo. Este fenómeno explica cómo manifestaciones pacíficas -y obviamente, aquellas que ya cuentan de forma pre-organizada con grupos decididos a actuar de forma violenta-pueden derivar en algaradas, disturbios, actos de pillaje o destrucción de áreas urbanas y mobiliario público.

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