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Simulacros: Coordinar y generar lecciones aprendidas.

Actualizado: 11 oct 2020


Co-Autores:

Beatriz Gutiérrez, Phd/APP

David Crevillén, CEO

Week 49 - Year 4

ISSN 2603 - 9931


Los últimos años han visto proliferar en nuestras ciudades, organizaciones e instituciones la celebración de diversos tipos de simulacros, fruto de una creciente percepción de amenaza derivada en buena medida del nuevo modelo de terrorismo del que los países occidentales, incluyendo España, ha sido testigo. Un denominador común a estos ataques es que todos han tenido lugar en lo que se denominan “objetivos blandos”, aquellos lugares caracterizados por un elevado número de víctimas potenciales con una limitada percepción de la amenaza, y bajas medidas de seguridad, en muchos casos debida a la actividad o actividades que en esa ubicación se desarrollan[1].

Del mismo modo, en todo este tipo de objetivos o ubicaciones encontramos algunos elementos comunes más. En caso de producirse un incidente de seguridad de las características de un incidente con múltiples víctimas intencionado -como es un incidente armado, independientemente del modus operandi- la cadena asistencial activada necesariamente va a comportar un amplio despliegue de medios y de agencias implicadas en la respuesta. A mayor complejidad del incidente en términos de víctimas, daños, destrucción, etcétera, mayor complejidad se requerirá en la respuesta[2].



Coordinación y casuística.

El análisis de la casuística representada por incidentes armados como Charles Whitman en los años sesenta, el tremendamente mediático Columbine, en los noventa, el Century Theatre en Aurora, en 2012, e incluso los ataques -de diversa naturaleza- de la Sala Bataclan o de Las Vegas, remarca el problema que representa la convergencia de fuerzas, su coordinación o el problemático establecimiento de un puesto de mando y control avanzado en tiempo real.

Ron Borsch define el “cronómetro de la muerte” como el tiempo transcurrido entre víctima y víctima durante un mismo incidente activo: las estadísticas muestran que no se mata más, pero sí se mata más rápido; si extrapolamos esta variable a un entorno donde ya se presupone una alta concentración de víctimas potenciales como son los casos del Century Theatre, la Sala Bataclan o el festival Route 91 de Las Vegas, las cifras prospectivas de víctimas se elevan todavía más, bien por el espacio confinado o bien por la ventaja táctica que supone disparar desde una posición elevada. Por ello, y de forma todavía más relevante durante eventos de masas como los mencionados, el intervalo de tiempo desde la notificación a los primeros intervinientes hasta su despliegue para neutralizar la amenaza resulta vital para detener el incremento del número de víctimas[3].

Del mismo modo, la coordinación entre intervinientes policiales y sanitarios resulta también clave a la hora de minimizar el número final de víctimas mortales. Columbine puso de manifiesto que la intervención policial clásica de aislar la amenaza y no permitir el acceso a servicios de emergencia hasta que ésta fuese neutralizada podía redundar en la muerte por falta de asistencia de algunas víctimas con determinadas lesiones como hemorragias masivas exanguinantes. Por ejemplo, el tiroteo del Century Theatre dejó al descubierto problemas a priori nimios como el control del tráfico, donde los servicios de emergencia no podían acceder a las víctimas por la multitud de vehículos policiales aglutinados en el aparcamiento para neutralizar la amenaza, ralentizando la evacuación[4].



Finalmente, en este sentido, la asignación de recursos, que tradicionalmente tendía a la sobreconvergencia de intervinientes en el lugar del incidente, a la luz de casos como Bombay y, especialmente por su proximidad, París, puede derivar en situaciones de retraso también en la respuesta, al desplazar efectivos de forma concentrada a un lugar donde se está produciendo un incidente, cuando se puede dar la posibilidad de que exista un objetivo secundario con todavía mayor proporción de víctimas potenciales -piénsese en el Estadio de Francia y la Sala Bataclan. En este sentido la aparición de doctrinas como IARD (Immediate Action/Rapid Deployment) o MACTAC (Multiple Assault Counter-Terrorist Actions and Capabilities), que buscan la integración en la misma cadena de respuesta, adaptando capacidades, equipamiento y formación desde el patrullero a los equipos de intervención, e incluyen capacidades de nexo entre intervinientes policiales y sanitarios como son las distintas configuraciones de equipos de rescate[5], resultan de extremo interés y significan un paso más de cara a proporcionar respuestas integradas, más ágiles y efectivas.

Y sin embargo, el problema del tiempo persiste: en un entorno con una alta densidad de víctimas potenciales donde la media de duración de un incidente armado oscila entre los 5 y los 15 minutos, según las estadísticas, confiar en el paradigma clásico de aislar-contener-esperar a los equipos tácticos y, una vez neutralizada la amenaza, autorizar el acceso sanitario es una receta para incrementar el número de víctimas. Sería contrario, confiar en que las distintas piezas -agencias de intervinientes- operen de forma autónoma y coordinada sin más, es, simplemente, utópico.



Los simulacros como herramienta para generar coordinación.

Derivado de este contexto, la praxis apunta de forma clara a la necesidad de desarrollar mecanismos sistemáticos que permitan contar con un marco pre-establecido de actuación, capaz de reducir el intervalo de respuesta, agilizar el inicio de la intervención por parte de los diversos intervinientes a un incidente y permitir adelantar la asistencia a las víctimas. En este sentido, dejando aparte mecanismos procesales e institucionales, el desarrollo de simulacros como acción de mejora se perfila como una de las principales herramientas.

Los simulacros comprenden un amplio abanico de metodologías destinadas a simular un incidente producido en el seno de una organización. Se basan en el diseño de un escenario lo más realista posible y en testar cómo cada organización implicada -en una situación real y/o en el propio simulacro- intervendrían. De este modo, se mejora el conocimiento por parte de la organización y sus trabajadores/usuarios acerca de un determinado tipo de incidente, así como la coordinación entre los intervinientes que van a proveer la respuesta al mismo, al verse obligados a testar sus protocolos de intervención tanto de forma aislada como en conjunto con otras agencias.

Atendiendo al nivel de complejidad de la simulación, podemos diferenciar cuatro categorías:

Exhibición. A caballo entre el espectáculo y la simulación propiamente dicha, las exhibiciones plantean un escenario básico al que se da una respuesta inmediata. Sin entrar en valoraciones de tiempo ni de aplicación de protocolos de respuesta realista, permite mejorar el conocimiento mutuo entre las agencias participantes y los métodos de trabajo de cada una de ellas, generando cohesión entre los intervinientes.

Table-Top. Se trata de simulaciones organizativas sin una intervención real. Sin embargo, definen escenarios de forma realista y se basan en el principio de la discusión multi-agencia acerca de cómo se va a responder a un determinado incidente, analizando elementos tales como el rol de los distintos grupos de trabajadores, aplicación de protocolos de evacuación, confinamiento y notificación -como Run-Hide-Fight-, tiempos de respuesta policial, configuración de dicha respuesta o elementos tales como zonas de agrupamiento de recursos, zonificación y establecimiento de zona segura para la asistencia sanitaria a víctimas y evacuación, etcétera.

Ejercicio. El ejercicio sí desarrolla de forma práctica, aplicando un escenario realista de incidente armado, pero donde la respuesta solo la proporciona una agencia o incluso solo una parte de la organización, por ejemplo, el personal de seguridad privada que trabaja en unas instalaciones o en un evento. El propósito de este tipo de ejercicios es mejorar la coordinación interna dentro de la propia organización que lo celebra, mediante la activación de protocolos de respuesta, evacuación y notificación por parte de uno o varios miembros de la organización.

Ejercicio Multiagencia. Como su propio nombre indica, el ejercicio se desarrolla de forma práctica, aplicando un escenario realista de incidente armado, donde la respuesta es también realista, es decir, responden todos aquellos actores o agencias que responderían de ser una situación real, tanto a nivel interno de la organización -intervinientes inmediatos, especialmente personal de seguridad privada si lo hubiese, mantenimiento, etcétera-, como externo -primeros intervinientes policiales y sanitarios-. Piénsese que en simulacros en eventos de masas, las condiciones logísticas del propio simulacro ya van a presentar variables tales como manejar la evacuación de un elevado número de víctimas potenciales, establecer áreas de concentración de recursos de forma proporcional al número de víctimas, etcétera, lo cual incrementa por una parte la complejidad en la celebración del propio simulacro, pero constituye una prueba de fuego a la hora de coordinar esfuerzos en respuesta a un incidente cuando no hay vidas humanas en juego.

Finalmente, dos elementos a tener en cuenta son por una parte la elaboración del escenario, y por otra las especificidades del propio lugar, organización y/o evento donde se celebra el ejercicio. Sobre la elaboración del escenario, dejando aparte las exhibiciones, para que el ejercicio realmente aporte lecciones aprendidas, debe ser realista, tanto el diseño del caso como en la respuesta; la inteligencia tanto acerca de las instalaciones -configuración física, aforo, tipo de eventos celebrados, personal, etcétera-, como de la casuística para elaborar el diseño del incidente son fundamentales, pudiendo trabajarse incluso con la propia evaluación de riesgos específica de la organización o evento. En segundo lugar, se deben considerar de forma también realista las características del lugar o evento donde se pretende llevar a cabo el ejercicio: si lo que se pretende es simular un evento de masas, cuestiones logísticas como número de figurantes, número de víctimas, agencias intervinientes y personal interviniente, zonificación, etcétera deben ser tenidas en cuenta y tratadas también con realismo. En otras palabras, un ejercicio en un evento de masas con veinte figurantes y cinco víctimas es dudosamente realista y en consecuencia su efectividad será mínima. Por otra parte, y derivado de esta necesidad de realismo, surgen otras consideraciones operativas: necesidad de controladores del ejercicio, sistematización en el recabado de información entre todos los participantes tanto pre-ejercicio como post-ejercicio, logística para el aprovisionamiento de los participantes -agua, comida, etc.-, comunicación interna y externa, información a vecinos y otras organizaciones cercanas, etcétera; en otras palabras, los simulacros en eventos de masas y objetivos blandos, constituyen por sí mismos eventos de masas.

Un problema final: la codificación de la información.

Como problema final, debemos destacar la elaboración del After Action Report. Un ejercicio que no genera un documento que recoja el proceso entero de elaboración del mismo, su desarrollo y fallos y aciertos, simplemente, no es un simulacro. Carece de utilidad. Las simulaciones deben codificar la información de modo que las lecciones aprendidas se puedan integrar, mejorar lo que ya es funcional y corregir los errores detectados, nuevamente, cuando vidas humanas no están en juego. Sin embargo, y en términos de generar coordinación ello resulta de especial relevancia contar con metodologías sistemáticas que permitan no solo coordinar, sino compartir información entre distintas agencias a través de informes sistematizados y metodológicamente homogéneos, que pasen de ser meros relatos anecdóticos de cómo se ha desarrollado el ejercicio. La medición estandarizada de tiempos y la consecución baremable de objetivos como puede ser la evacuación o confinamiento de las víctimas potenciales, intervalo de respuesta policial, triaje, control de hemorragias, asistencia sanitaria, etcétera, permitiría establecer comparativas entre distintos casos y extraer lecciones aprendidas de forma sistemática. Sin embargo, esta todavía es una asignatura pendiente a nivel nacional e internacional[6].

Como conclusión o llamada a la discusión, si la seguridad, el planeamiento y la autoprotección son importantes en cualquier entidad, todavía lo son más en eventos capaces de concentrar a un elevado número de víctimas potenciales. Si cualquier organización constitutiva de un objetivo blando debe aplicar el deber de cuidado sobre sus trabajadores, en el caso de los eventos de masas, donde los asistentes son en su mayoría víctimas potenciales coyunturales, la preparación previa de protocolos y mecanismos de respuesta es fundamental. Excusas como “aquí no va a pasar” se han mostrado fallidas en Bataclan, Orlando, Estambul, Las Vegas, solo por mencionar casos occidentales en el último lustro. La respuesta pasa por la voluntad de las propias organizaciones, pero también para por un mayor esfuerzo en el sector de la seguridad en trabajar aspectos como la investigación, el análisis y el desarrollo metodológico, de cara a ofrecer respuestas más ágiles y mejor coordinadas en momentos donde lo que ya podemos predecir que van a ser situaciones de caos.


[1] Hesterman, PhD, Jennifer. 2015. Soft Target Hardening. Protecting People from Attack. Boca Raton: CRC Press. https://www.asisonline.org/ASIS-Store/Products/Discontinued/Pages/Webinar-Soft-Targets-Hardening-and-Protecting-People-from-Attack.aspx.

[2] Hillyard, Michael. 2000. Public Crisis Management: How and Why Organizations Work Together to Solve Society’s More Threatening Problems. Bloomington: iUniverse.

[3] Fretz, Rachel. 2007. “The Stopwatch of Death, Part I.” PoliceOne, 5. https://www.policeone.com/police-products/police-technology/Emergency-Response/articles/1349058-the-stopwatch-of-death/.

[4] TriData Division. 2014. “Aurora Century 16 Threater Shooting. After Action Report for the City of Aurora.” Aurora

[5] Odle, Mike. 2006. “Immediate Action/Rapid Deployment.” In From Patrol Response to Contemporary Problems: Enhancing Performance of First Responders Through Knowledge and Experience., edited by John Kolman, First, 173–96. Springfield: Charles C. Thomas.

[6] Goralnick, Eric, Frank Van Trimpont, and Pierre Carli. 2017. “Preparing for the Next Terrorist Attack. Lessons from Paris, Brussels and Boston.” JAMA Surgery.

Artículo publicado en la revista Seguritecnia en el mes de diciembre de 2019

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