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El Tiroteo de Hanau: Extrema derecha y tiradores activos.

Actualizado: 11 oct 2020

Autor: Beatriz Gutiérrez , Phd/APP

Year 5 - Week 10

ISSN 2603 - 9931


El 19 de febrero se producía un incidente de tirador activo en Hanau, cerca de Frankfurt, a última hora de la tarde. El atacante abrió fuego en una primera tetería árabe, hiriendo a varias personas, y de ahí pasó a una segunda tetería, donde continuó la masacre, con un total de nueve muertos. Regresó a su casa, donde disparó a su madre, y posteriormente se suicidó, finalizando así el saldo de víctimas mortales en once. El ataque se produjo tras colgar diverso contenido en redes sociales promoviendo el odio racial y hablando de teorías de la conspiración de todo aquello que no parecía encajar con la idea de pureza étnica alemana. Un discurso que, en el caso concreto alemán, parece traer grandes reminiscencias de otras épocas, pero que en poco más de medio año ha adquirido de nuevo tintes preocupantes: en junio de 2019, el político conservador Walter Lübcke era asesinado en su domicilio, alegando sus políticas afines a la admisión de refugiados que Angela Merkel ha defendido desde 2015, por un joven con un largo historial de filiación a grupos neo-nazis, en lo que se ha considerado el primer asesinato político en Alemania tras la II Guerra Mundial[1]. En octubre, un joven de 27 años, con una puesta en escena muy similar a la de Brenton Tarrant en Christchurch el pasado marzo, tras negar el Holocausto y declarar a los judíos como la causa de todos los males en un discurso también lleno de odio grabado en streaming con una cámara portátil, se dirigió a la sinagoga de Halle, que encontró cerrada, por lo que abrió fuego sobre varios transeúntes y en un bar kebab próximo, con dos muertos y varios heridos[2]. Sin embargo, si ampliamos la zona de observación al ámbito internacional, el tiroteo de El Paso (agosto de 2019), la propia masacre de Christchurch (marzo de 2019), el ataque a la sinagoga de Pittsburgh (octubre de 2018), el asesinato de Jo Cox en Gran Bretaña (junio de 2016), o, quizás el más famoso por su letalidad, el de Anders Breivik en la isla de Utoya (2011).


La teoría política habla de una deconstrucción por niveles de la extrema derecha, donde conviene diferenciar para su mejor comprensión la derecha radical, no necesariamente violenta, de la derecha extremista, donde la violencia contra los sectores sociales considerados como “enemigos” es legítima. Estos supuestos, continúan autores como Bjorgo y Ravndal, se basan a su vez en tres ramas nacionalistas, que pueden darse de forma única o combinada en ellos distintos grupos y organizaciones. Estas ramas son nacionalismo cultural, nacionalismo racial y nacionalismo étnico. El nacionalismo cultural normalmente se representa por su rechazo a la inmigración y a otros marcos culturales como el Islam, si bien no atienden tanto a las diferencias raciales; tradicionalmente la violencia suele ser más retórica que real. El nacionalismo étnico o “identitarianismo” sustituye el concepto de raza por el menos estigmatizado de “identidad étnica”, y promueven el etnopluralismo o el derecho de cada identidad a la supervivencia, por lo que consideran dañinas las mezclas étnicas y la asimilación, y por tanto se oponen fervientemente a la inmigración, alimentando las teorías de la Gran Sustitución -que hablan de genocidio por sustitución, y que finalmente también han calado en el nacionalismo cultural. Finalmente, el nacionalismo racial se suele basar en principios políticos totalitaristas de raíz nacionalsocialista, donde predomina la pureza racial, el antisemitismo y antijudaísmo, la exaltación de la identidad cristiana o distintos niveles de supremacismo blanco; por su rechazo sistemático de los valores democráticos, propugnan la guerra racial y el exterminio o expulsión de las otras razas presentes en el Estado. En esta línea argumental, es en la extrema derecha donde se suele dar el uso de la violencia al considerarse una herramienta legítima, especialmente al cruzarse la categoría con un enfoque nacionalista racial y grupos o individuos supremacistas raciales, neonazis o neofascistas[3].


Las estadísticas hablan de ataques frecuentes que se reproducen tanto en Europa como Norteamérica, pero con bajo nivel de letalidad, a excepción de los casos de Utoya con 77 víctimas mortales y de Christchurch con 51. Sin embargo, dicha frecuencia hace que en términos absolutos el terrorismo de extrema derecha haya producido entre 2001 y la actualidad un mayor número de víctimas que cualquier otro tipo de terrorismo. El bajo nivel de letalidad puede inferirse del modelo organizativo: el propio modelo acuñado por Louis Beam en los años 80 para el modelo supremacista blanco estadounidense de la resistencia sin líder ya se basa en las pautas ideológicas como mecanismo de selección de objetivos -comunidades extranjeras, cultural o identitariamente diferentes, tales como musulmanes, judíos, o incluso personas sin hogar-, mientras que se fomenta la ausencia de una estructura que pueda ser neutralizada por las fuerzas de seguridad en pro de actores solitarios operando de forma autónoma.


Finalmente, lo mismo que sucede en otro tipo de ataques de tipo pseudocomando como pudieron ser Columbine, Virginia Tech o Parkland, donde las motivaciones del ataque se basan en una causa construida por los atacantes frente a un agravio percibido, también es común la reproducción de una misma pauta de ataque en una suerte de “efecto contagio”, sin duda favorecido por la consolidación de nuevas tecnologías de la comunicación. Así, los incidentes de tirador activo, la comunicación por canales como 8chan o la retransmisión de diversos mensajes de odio, manifiestos e incluso la retransmisión en streaming del ataque se han convertido en pautas recurrentes, iniciadas posiblemente en Utoya y que paulatinamente incorporan nuevos elementos conforme las nuevas tecnologías lo posibilitan.


Como conclusión, al igual que sucede con el Islam, no se debe confundir una ideología política más o menos conservadora con una minoría dentro de esta ideología que presente un marcado carácter extremista y violento. Del mismo modo, también conviene remarcar que la amenaza existe, y que se debe compaginar con la vigilancia y monitorización de las demás amenazas presentes en la actualidad, pues la casuística indica un repunte en el número de estos incidentes en el último periodo de alerta terrorista -jihadista- en los países occidentales.



  1. [1] Bennhold, K. (2019), A political murder and far-right terrorism: Germany0s new hateful reality, en https://www.nytimes.com/2019/07/07/world/europe/germany-murder-far-right-neo-nazi-luebcke.html [2] Eddy, M. (2019), Assailant live-streamed attempted attack on German synagogue, en https://www.nytimes.com/2019/10/09/world/europe/germany-shooting-halle-synagogue.html [3] Bjorgo, T., Ravndal, J.A. (2019), Extreme-Right Violence and terrorism: concepts, patterns and responses, ICCT Policy Brief, Pp- 3-6, en https://icct.nl/wp-content/uploads/2019/09/Extreme-Right-Violence-and-Terrorism-Concepts-Patterns-and-Responses.pdf

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