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  • Alex Pérez -Consultor de Seguridad Internacional

El riesgo de no asumir riesgo.

Actualizado: 11 oct 2020


Year 4 - Week 21

ISSN 2603 - 9931

Dentro del mundo de la seguridad privada a nivel internacional, como consultorías, asesorías, contratistas independientes y demás, existe entre ciertos individuos una tendencia a evitar todo riesgo a toda costa. En principio esto parece lo más lógico que cualquier responsable de gestionar amenazas a la seguridad debería cumplir a rajatabla ¿Verdad? Pero ese exceso de prudencia también puede hacer que te conviertas en un “mata-contratos” y poner al cliente en tu contra.

¿Y qué es exactamente un “mata-contratos”? Pues es toda aquella persona del equipo de seguridad que, debido a su falta de profesionalidad o a su exceso de celo, acaba tensando tanto la cuerda con el cliente que se acaba rompiendo, provocando no solo su despido, si no la total finalización del contrato o la no renovación del mismo entre la empresa de seguridad privada y el cliente.

El ejemplo del mata-contratos más común es el de aquel con un perfil de bajo nivel profesional, que adolece de un fuerte efecto Dunning Kruger. En la mayoría de las ocasiones son gente con currículums falsos que se han logrado colar en la industria, y sobre eso poco hay que explicar. Así que hoy quiero que nos centraremos en el más difícil de detectar, el profesional inflexible y sin ninguna visión estratégica de las necesidades del cliente. Tened en cuanta que alguien muy rígido que asume cero riesgos no siempre es el mejor profesional, la verdadera magia consiste en encontrar el equilibrio.

Son muchos los tipos de empresas que para obtener beneficios se ven obligadas a operar en partes inestables del planeta, ya sean petroleras, mineras, o energéticas, por poner unos pocos ejemplos, aunque también se podrían incluir a diversas ONGs. Cuando una empresa decide comenzar un negocio en una “zona caliente”, asume que habrá riesgos en mayor o menor medida, y es por ello que una de sus prioridades consiste en prevenir y monitorizar estos riesgos, para poder así mitigar los posibles impactos negativos en sus operaciones. Lo habitual es que estas empresas contraten a especialistas en seguridad y protección, de hecho, las más profesionales ya los integran directamente en su plantilla.

También es habitual que un buen número de ese personal tenga un perfil militar, algo que está muy bien para algunos cometidos pero que puede que no llegue a encajar bien en otros. Si como exmilitar no eres capaz de adaptar tus habilidades castrenses a la exigente visión comercial de la industria de seguridad privada, amigo, vas a tener menos futuro que Navidul en la Meca.

Y aquí es cuando viene la tendencia de llevar al extremo el no asumir riesgos. Si trabajas con una mentalidad cerrada y ves amenazas absolutamente por todas partes, la solución más fácil e instintiva es asumir riesgo cero, cerrarse en banda, y eso siempre va en detrimento de la capacidad operativa del cliente. Al final, corres el riesgo de que el cliente te acabe viendo como un obstáculo y no como una herramienta útil, eso es lo que sucederá la mayoría de las veces si restringes demasiado su capacidad de maniobra sin un motivo aparente y justificado. Con esto tampoco quiero decir que se pase de un extremo al otro y se relajen las medidas de seguridad, si por exceso te conviertes en un “mata-contratos”, por defecto puede morir gente en el peor de los casos. Como dije anteriormente, la magia está en el equilibrio.

Un ejemplo. Imaginad que vuestro cliente es una empresa O&G que trabaja en zonas hostiles como el delta del Níger, Iraq o Venezuela. Imaginad que cada vez que hay una mínima refriega ordenamos que el personal se quede en hibernación. Si no sabemos encontrar el equilibrio entre el riesgo mínimo aceptable y la continuidad de las operaciones, el cliente dejará de operar y sucederán una de estas dos cosas: Que el cliente cierre y se vaya del país, con lo que todos os quedáis sin trabajo. O que el cliente te despida a ti y se busque un especialista en seguridad más acorde con su política empresarial, con lo que solamente tú te vas al paro y con la reputación dañada.

Evitar riesgos al máximo es algo que se pueden permitir las embajadas o las agencias de viaje, ya que aplicando esta norma a tope del límite no tienen nada que perder y si mucho ganar. De esta manera siempre tienen cubierto el trasero legalmente, al alargar la línea divisoria entre zona segura y riesgos potenciales, siempre pueden alegar aquello de “¡Eh! Que yo ya te lo advertí” en caso de que alguien se meta en problemas.

Entonces ¿cómo podemos saber cuando arriesgar y cuando no? Pues gracias a buenos análisis de la información y a un detallado plan de seguridad. Con el uso apropiado de esta combinación análisis-planificación, podremos saber cuándo es aceptable arriesgar mínimamente para que el cliente pueda seguir siendo productivo, y cuando no arriesgar para evitar daños a personas o materiales. Con los análisis podremos lograr detectar vulnerabilidades a tiempo, y con los protocolos y planes de actuación podremos protegerlas. Básicamente para esto es para lo que te pagan.

Otra cosa que deberemos hacer cuanto antes al comenzar un nuevo proyecto y desarrollar su plan de seguridad, es averiguar cual es el nivel de tolerancia de riesgo del cliente, ya que siempre deberemos adaptarnos a ellos dentro de unos parámetros razonables.

Hay empresas que su tolerancia de riesgo roza el pasarse los derechos humanos por el arco del triunfo, como pueden ser algunas empresas chinas y vietnamitas. En este caso ya es decisión personal de cada uno si acepta o no. La mía es nunca aceptar este tipo de contratos.

Y luego te puedes encontrar otro tipo de empresas más prudentes que dan prioridad a los planes de evacuación, planes de seguridad y evacuaciones médicas.

Cuando conoces el límite de tolerancia al riesgo de tu cliente, ya puedes empezar a ofrecerle soluciones a medida, una vez que hayas analizado la situación particular de ese momento y ese preciso lugar. Con tu guía, el cliente podrá tomar mejores decisiones y en menor tiempo. Si mantienes a la plantilla del proyecto bien informada, los empleados sabrán por si mismos el nivel de alerta que han de adoptar en cada momento, haciendo mucho más fácil el trabajo del equipo de seguridad. Esta es una de las reglas de oro que suelo aplicar con mis clientes: Sin secretismos, pero sin alarmismos.

Un cliente bien informado y asesorado no bajará la guardia cuando no deba, y tampoco sentirá pánico o angustia cuando no deba. Tener a la gente engañada haciéndoles creer que no pasa nada cuando si pasa, o meterles miedo sin necesidad, suele ser algo que acaba mal. Y esta es otra razón por la que volvemos al punto inicial, si no asumimos riesgos cuando hay que asumirlos, estaremos enviando un mensaje confuso a, y esta confusión tarde o temprano acabará afectando a las operaciones.

Imaginad que no permitís que vuestro cliente salga de la Green Zone durante una semana seguida sin un motivo real y sin dar buenas explicaciones, solamente diciendo “por si acaso”. Los empleados pensarán que la situación de riesgo es mucho peor y pueden acabar pidiendo la baja sin realmente tener por qué hacerlo, afectando a la operatividad del proyecto.

En resumen, evitando todos los riesgos al máximo mantendremos el negocio protegido pero... ¿por cuanto tiempo permanecerá funcionando?

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