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  • Mireia Miral M. - Graduada en Seguridad por la

Creciente impacto de las Armas de Destrucción Masiva en el terrorismo


Semana 47

ISSN 2603 - 9931

A lo largo de la historia moderna las Armas de Destrucción Masiva (ADM) han tenido un papel relevante y la comunidad internacional ha puesto muchos esfuerzos para minimizar el riesgo tan elevado que estas suponen, pues comportan un gran impacto político, económico y de seguridad a escala global.

El colectivo QBRNE hace referencia a las Armas de Destrucción Masiva en su vertiente química, biológica, radiológica y nuclear. Además, en el fenómeno terrorista se añade también el arma de tipo ‘Explosiva’. Según apunta INTERPOL, ya en el año 1994, Osama Bin Laden, líder del grupo terrorista Al-Qaeda, hacía un llamamiento a los seguidores yihadistas para la adquisición de ADM como un deber religioso. En la misma línea, también el grupo terrorista Daesh ha intentado conseguir materiales químicos y biológicos en los últimos años.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dio aviso del creciente riesgo de que grupos terroristas obtengan Armas de Destrucción Masiva durante la reunión del 28 de junio del pasado año [1], en la que se remarcó el reciente uso de armas químicas por parte de Daesh en Siria e Iraq. La Guerra de Siria, que cumple ya su octavo año, ha creado un gran impacto mediático e internacional debido a los ataques indiscriminados llevados a cabo con armas químicas. El terrorismo, que cada vez tiene más interés en la posesión de este tipo de armas, tiene como objetivo culminar uno de los puntos esenciales que requiere su actividad: La propagación del terror.

La Convención sobre la prohibición del desarrollo, la producción, el almacenamiento y el empleo de armas químicas y sobre su destrucción [2], más conocida como ‘Convención de Armas Químicas (CAQ)’ es el tratado internacional que se adoptó en el ámbito de las ADM de tipo químico con el objetivo de lograr el desarme general y garantizar el empleo pacífico de las substancias químicas sólo en beneficio de la humanidad. La Convención expresa en su preámbulo que la ‘prohibición completa y eficaz del desarrollo, la producción, la adquisición, el almacenamiento, la retención, la transferencia y el empleo de armas químicas y a destrucción de esas armas representan un paso necesario hacia el logro de los objetivos comunes’. Para ello presenta la clasificación de las diferentes sustancias químicas en tres listas: La primera para aquellas que supongan un peligro grave, como por ejemplo el gas Sarín (GB) o el Somán(GD); la segunda para aquellas sustancias tóxicas de relativa aplicación en usos no prohibidos por la CAQ y las que sus precursores puedan convertir sustancias a la Lista 1, como por ejemplo el Amiton(VG); y por último la tercera lista, prevista para aquellas sustancias que no son prohibidas para la Convención o productos que pueden tener un doble uso como por ejemplo el Cianuro de Hidrogeno (HCN). Además, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) se postula como el organismo encargado de la correcta aplicación de dicho texto en la esfera internacional.

Tal como apunta la Oficina de Asuntos de Desarme de Naciones Unidas, ‘se trata del primer acuerdo de desarme negociado en el seno de un marco multilateral que contiene disposiciones para la eliminación de una categoría completa de armas de destrucción en masa sujetas a fiscalización internacional de aplicación universal’. La CAQ es uno de los textos más universales que existen hoy en día. Actualmente 193 Estados forman parte de la Convención. No obstante, existen cuatro países que no forman parte: Egipto, Sudán del Sur, Corea del Norte, e Israel. Sin embargo, este último sí que firmó la CAQ en 1993 aunque todavía no ha ratificado dicho texto.

Pese a su universalidad, la Convención posee ciertos límites y carencias que la comunidad internacional intenta sufragar complementándola con otros mecanismos. En el ámbito del terrorismo y de los actores no estatales, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se sirve de la Resolución S/RES/1540 (2004) [3] con el objetivo de lidiar con la no proliferación por parte de actores no estatales, y que establece que "los Estados deben abstenerse de suministrar cualquier tipo de apoyo a los agentes no estatales que traten de desarrollar, adquirir, fabricar, poseer, transportar, transferir o emplear armas nucleares, químicas o biológicas y sus sistemas vectores, en particular con fines terroristas".

En la misma línea la OPAQ fijó en 2002 [4] los medios de los que se servía la organización para la prevención de uso indebido de sustancias químicas, las medidas a adoptar en caso de ataque, y las acciones necesarias a realizar después del mismo. Sin duda, una correcta conjunción de estas tres fases es vital para la minimización de los riesgos y daños que puede causar este fenómeno, no obstante, es deber de la comunidad internacional plantear, fomentar y aplicar unas medias de prevención eficaces que den una respuesta al problema a priori. La OPAQ prevé como medidas preventivas la elaboración de una legislación propia para cada Estado en materia de lucha antiterrorista; la toma de unas medias de seguridad eficientes en los lugares de almacenamiento químico para evitar el robo de sustancias; y el refuerzo de la protección contra las sustancias químicas toxicas y su posible uso a través de una incesante formación del personal enfocada a la redacción de contramedidas aplicables a través de una minuciosa evaluación de riesgos.

Como comentábamos inicialmente, la Guerra de Siria está siendo actualmente uno de los escenarios donde más usos indebidos se están dando de las armas químicas. No se debe olvidar escenarios como los acontecidos especialmente durante el año 2013 y 2014. Después de los ataques químicos en Ghouta (Damasco) el 21 de agosto de 2013 (y presionada por la comunidad internacional) la República Árabe de Siria se adhería a la Convención de Armas Químicas y procedía a la destrucción de todo su arsenal químico. Después de varios meses de proceso y con algunos inconvenientes de por medio nuevos ataques tuvieron lugar en Siria y la Organización para la Prohibición de Armas Químicas inició un Misión de Determinación de los Hechos, que acabó confirmando nuevamente la presencia de armamento químico en territorio sirio. A raíz de esta situación se puso en marcha el Mecanismo de Investigación Conjunta, un organismo independiente establecido por el Consejo de Seguridad de la ONU a través de la Resolución 2235 del 7 de agosto de 2015[5] que tenía como objetivo identificar a los responsables de los ataques ocurridos en Siria. Tras meses de investigación la Misión pudo afirmar el uso de armas químicas por parte del gobierno sirio y también por parte del grupo terrorista Daesh que se saldaron con numerosas muertes en el territorio.

Si bien es cierto que se especulaba sobre la posibilidad de que el régimen de Bashar Al-Assad, hubiera dado una declaración incompleta de las armas químicas que tenía en su posesión, las cantidades que habían sido declaradas fueron estrictamente destruidas de acuerdo con el programa de destrucción de armas químicas. No obstante, los ataques químicos sucedidos posteriormente en el territorio, no se realizaron con tipos de agentes declarados y posteriormente destruidos, sino con agentes como el cloro. El controlado uso de cloro aporta beneficios para la depuración del agua y también para diferentes industrias como por ejemplo la farmacéutica. No obstante, esta sustancia se contempla como arma si se hace un mal uso de ellos. Es por ese motivo por el que el programa de destrucción de las armas química de Siria no recogía la destrucción de este tipo de sustancia.

Dejando de lado la preocupación de la comunidad internacional al tener un Estado miembro de la CAQ llevando a cabo ataques con armas químicas, es interesante es analizar que los grupos terroristas, igual que el gobierno sirio se sirven de sustancias fácilmente adquiribles y manipulables para usarlas con fines no legítimos. Por ejemplo, ya en el año 2008 en Japón se habían producido situaciones extremadamente peligrosas. Durante varios meses este país fue escenario de numerosos intentos de suicidio a partir de la elaboración de Sulfuro de Hidrogeno en el ámbito doméstico. En este caso en concreto, el Sulfuro de Hidrogeno (cuya solución acuosa es el Ácido Sulfhídrico) se encuentra de manera natural en el gas natural, el petróleo crudo e incluso aguas pantanosas o estancadas pueden liberar este tipo de sustancia. En la misma línea, sus aplicaciones pueden ser diversas como por ejemplo su uso para el proceso de elaboración de cuero. En el caso japonés, su obtención pasaba por el ámbito domestico a través de la mezcla de aditivos para baño y detergente para inodoro. Según los datos recogidos, finalmente hubo 220 casos d eintento de suicidio de los cuales 208 consigieon el objetivo final, la muerte [6].

Podemos ver otro episodio con sustancias químicas como protagonistas en verano de 2017. El grupo terrorista Daesh fallaba en un intento de atentar en Australia. El plan inicial dirigido de manera remota des de Siria tenía como objetivo la colocación de un artefacto explosivo en un vuelo de la compañía Etihad Airways. La policía australiana confirmó que los componentes que se usaron para su fabricación fueron enviados por el grupo terrorista desde Turquía [7]. Ante la dificultad de burlar las medidas de Seguridad, el artefacto no pudo ser finalmente depositado dentro de la aeronave, pero rápidamente Daesh puso en marcha una nueva operación que preveía la fabricación de un artefacto de liberación de una sustancia química: El Sulfuro de Hidrógeno. Afortunadamente, los cuerpos y fuerzas de seguridad consiguieron desarmar a tiempo los planes del grupo terrorista. El portavoz de la policía señalaba en la rueda de prensa que el sulfuro de hidrógeno es muy difícil de obtener y que, aunque se habían encontrado precursores químicos, los terroristas aún estaban muy lejos de disponer de un dispositivo funcional con el que llevar a cabo un atentado [8].

No obstante, la evolución de estos grupos es evidente y crece apresuradamente adquiriendo cada vez con mayor rapidez una minuciosa preparación y sofisticación de las nuevas técnicas y estrategias para llevar a cabo ataques nuevos, dañinos y con alto contenido mediático. La cooperación internacional se convierte en el pilar fundamental para enfrentarse a este fenómeno. Es de vital importancia para garantizar la estabilidad internacional la cooperación internacional en este ámbito a través de un consistente trabajo de prevención y a través de los diversos instrumentos legislativos, el intercambio constante de información entre los Estados, y la función de las Organizaciones Internacionales como por ejemplo Interpol, quien se sirve de tres pilares para intentar hacer frente a esta situación: El intercambio de información y evaluación de la amenaza a través de un informe mensual; la formación y capacitación a los Estados Miembros en cuanto al colectivo QBRNE; y el soporte operativo y de investigación en caso de ataque o incidente.

En este sentido, del 29 al 31 de octubre de 2018 ha tenido lugar el primer Congreso Mundial sobre Seguridad Química y Amenazas Emergentes para trabajar sobre el fenómeno terrorista en el ámbito químico. Como ha transmitido Interpol a través de su canal de noticias, el Congreso ha sido organizado por el Departamento de Seguridad Nacional de los EE. UU., el FBI, y la propia organización en coordinación con la Alianza del G7 contra la propagación de armas y materiales de destrucción masiva. Este es el camino que debe seguirse en relación con este fenómeno, donde el trabajo exhaustivo, constante y a partir de una gestión multidisciplinar se convierten en el aliado clave para dar respuesta a este tipo de fenómenos que cada vez tienen más incidencias en un mundo globalizado y donde las nuevas tecnologías se abren paso también para hacer el mal.

[3] Resolución 1540 (2004) Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 4956ª sesión, celebrada el 28 de abril de 2004 [S/RES/1540 (2004)] Disponible en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=S/RES/1540(2004)&referer=/ english/&Lang=S [4] Nota de la Secretaria del 6 de febrero de 2002 (S/294/2002). ‘Medios de que dispone la OPAQ para responder a las necesidades de la lucha mundial contra el terrorismo. [5] Resolución 2235 (2015) Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 7501ª sesión, celebrada el 7 de agosto de 2015 [S/RES/2235 (2015)] [6] Daiichi Morii, Yasusuke Miyagatani, Naohisa Nakamae, Masaki Murao, Kiyomi Taniyama, publicado en J Occup Med Toxicol. 2010; 5: 28. el 29 de septiembre de 2010. doi: 10.1186 / 1745-6673-5-28 PMCID: PMC2954931 [7] R.Pita, J.Domingo ‘La amenaza química del Daesh tras la pérdida del califato’. Real Instituto Elcano ARI 81/2017, 26 de octubre de 2017. [8] J.Domingo, “El mubtakkar pestilente | cbrn.es/?p=1368”, 19 de octubre de 2018

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