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  • David Crevillén C. - GrupoDC Solutions / Beatriz

La negra sombra del Jihadismo sobre Europa: El atentado de Barcelona


Year 2 - Week 40

ISSN 2603 - 9931

Como suele suceder en muchos más ámbitos, el contexto, el entorno operativo, es un elemento clave en el desarrollo del ciclo de planeamiento de cualquier ataque terrorista. Las fechas son importantes. Probablemente la semana del 15 de agosto es una de las predilectas para los españoles para irse de vacaciones. Hay fiestas patronales en miles de ciudades, pueblos y barrios repartidos por todo el país. La mayoría de los españoles están en la calle, disfrutando de buen tiempo, del verano y de las fiestas, y con ellos multitud de turistas de todas partes del mundo que también llegan a nuestro país en estas fechas. Una de las capitales españolas más turísticas y cosmopolitas es, sin duda, Barcelona. Y el pasado jueves 17 de agosto, en pleno centro de la ciudad, algo cambió completamente el curso de la historia local: trece años después del infame 11-M, España, en este caso Barcelona, sufría un nuevo ataque terrorista, esta vez reclamada su autoría por el propio vástago de al-Qaeda, el Estado Islámico, añadiendo así un nombre más a la macabra lista iniciada por París y continuada por otras víctimas como Niza, Berlín, Bruselas, Londres o Manchester, entre muchas otras.

Del 11 de marzo de 2004, pero especialmente desde el 9 de septiembre de 2001, a nuestros días, los modus operandi jihadistas han sufrido también un proceso de evolución en sus técnicas y tácticas de combate, conforme el entorno operativo también ha evolucionado. Atendiendo a los ataques más mediáticos del 11-S, del 11-M en Madrid o del 7-J en Londres, donde los objetivos eran el epicentro simbólico del poder económico global o infraestructuras críticas del transporte llenas de usuarios, los ciclos de planeamiento del ataque eran implementados a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. La consecución de inteligencia acerca de los objetivos, tiempos y horarios, o medidas de seguridad podían llevar meses. El reclutamiento y entrenamiento de las células operativas estaba adaptado a las necesidades y a la tipología del ataque planeado, desde pilotar aviones a la manipulación y colocación de explosivos. El resultado buscaba maximizar el número de víctimas y constituir la portada mediática de las capacidades de al-Qaeda –en la década anterior, el adalid del terrorismo jihadista- y su deseo de expandir el terror sobre el modelo de vida occidental. Pero un resultado inesperado –si bien esperable- de esta primera oleada de ataques terroristas en suelo occidental fue el endurecimiento de los ya en muchos casos “objetivos duros”, y el incremento de las medidas de control sobre los flujos humanos de mujahidines que llegaban a los campos de entrenamiento –y a los conflictos e insurgencias activas- de Afganistán e Iraq. En este contexto, al-Qaeda acuñó una nueva doctrina de combate, posteriormente adoptada por el Estado Islámico, basada en los lazos ideológicos difusos entre células emergentes a nivel global sin una relación operativa o logística de hecho con la organización central. Esta estructura casi irrastreable proporcionaba seguridad a las células y mitigaba las vulnerabilidades de la estructura central respecto a las infiltraciones de agencias de seguridad e inteligencia, mediante la reducción de vínculos físicos entre ambas entidades. En cualquier caso, el nuevo sistema adoptado también presentaba fallos que precisaban una revisión, y que en buena medida se resolvieron gracias al auge de internet y especialmente, las redes sociales: problemas como el reclutamiento, el adoctrinamiento y especialmente el entrenamiento operativo, se movieron de espacios físicos como la mezquita o los campos de entrenamiento de Iraq y Afganistán al ciberespacio. A pesar de que estos canales de interacción no han desaparecido plenamente, las ciber-relaciones han reducido riesgos como los derivados de viajan a un campo de entrenamiento en Oriente Medio, en el cual el propio mujahidin corría el peligro de ser interceptado y con él neutralizada la red completa, mientras que por otra parte han permitido la distribución anónima de material de adoctrinamiento, propaganda e incuso entrenamiento operativo. Estas nociones, basadas en la idea de Louis Beam de la resistencia sin líder, son un elemento clave para comprender la figura del jihadista individual –o lobo solitario de ideología jihadista-, pero también explican la impermeabilidad de las estructuras jihadistas en países occidentales y las dificultades que presentan para ser detectadas y neutralizadas.

El cambio organizacional vino acompañado de un cambio en las tácticas en paralelo. La falta de canales logísticos de financiación directa redujeron la complejidad de la organización de los ataques, con un cambio en los objetivos: de objetivos duros a objetivos más blandos con menores o nulas medidas de seguridad, y de ataques minuciosamente elaborados y basados en la obtención de inteligencia, a ataques low-tech, sin sofisticación tecnológica, donde las capacidades de planeamiento, consecución de inteligencia sobre el objetivo y complejidad de las capacidades operativas de los atacantes son mucho más limitadas que en caso anteriores. En este sentido, a mayor tamaño de la estructura operativa, mayores son las capacidades que puede presentar y menor es el tiempo invertido en la ejecución del ciclo de planeamiento. Dicho de otro modo, el ciclo de planeamiento debería ser más corto cuando nos enfrentamos a una célula que cuando nos enfrentamos a un jihadista individual, considerando que ambos utilizasen la misma táctica. Así pues, en términos de maximización de capacidades, si es posible la organización de una célula resulta más ventajosa que la célula unipersonal o jihadista solitario.

¿Cómo podemos analizar los atentados de Barcelona de la semana pasada bajo este paradigma? Podemos afirmar que se trató de un ataque unificado pero dividido en tres escenarios, como consecuencia de la propia naturaleza de la célula, cuyos recursos humanos permiten la diversificación funcional. De acuerdo con la reivindicación de la autoría realizada a través del canal de noticias del Estado Islámico, dos unidades encubiertas atacaron de forma sincronizada las ciudades “cruzadas” de Barcelona y Cambrils. La presencia de una célula, pues, nos habla de un mayor nivel de sofisticación en el planeamiento que el mostrado por lobos solitarios como Anis Amri, que perpetró el atentado con un camión en el mercado navideño de Berlín el pasado diciembre de 2016. Pero si atendemos a la problemática relación logística de la estructura operativa difusa de la célula jihadista respecto a la organización central, podemos encontrar varios elementos que nos conduzcan a comprender el resultado final del ataque.

1.- La masacre frustrada de los explosivos. La explosión del pasado miércoles 16 de agosto por la noche en la ciudad de Alcanar se relacionó inicialmente con la existencia de un laboratorio de drogas. Tan sólo un día más tarde, cuando una furgoneta se lanzaba sobre los peatones en las Ramblas de Barcelona, comenzaron a salir a la luz pistas que llevaban de vuelta a la casa de Alcanar. Entre las más de cien bombonas de butano encontradas en la vivienda se hallaron también trazas de TATP o triperóxido de triacetona, el trimerio del peróxido de acetona. El TATP ha sido utilizado de forma intensiva en la última década en Oriente Medio en atentados suicidas y IEDs, pero resulta especialmente interesante remarcar que también la revista Inspire de al-Qaeda, en su número 6 de marzo de 2011 explica cómo producir la versión básica de este explosivo (peróxido de acetona) y manipularlo en una bomba. En este sentido, posiblemente la elección del explosivo diste de ser casual, para venir determinada por el know-how existente y distribuido a través de los medios de propaganda jihdista. Pero a pesar de ello, la más que probable falta de experiencia –debido a la ausencia de vínculos físicos con la organización central- en manipulación de explosivos, llevó a la prematura detonación incontrolada de los mismos, frustrando lo que parece ser el objetivo inicial de la célula, sembrar el caos en alguno de los objetivos más conocidos de Barcelona, como la Sagrada Familia o el Camp Nou. Y a su vez ello provocó un segundo resultado: la reconfiguración de las tácticas y la selección de nuevos objetivos, una vez que el inicial se veía frustrado al fallar el arma de elección.

2.- El atropellamiento de Barcelona. Una vez desechado el plan de ataque más sofisticado, neutralizada la opción del uso de explosivos, y con la policía en alerta, la ventana de oportunidad se redujo para la célula, de modo que para lograr llevar a cabo un ataque mediático ante el creciente riesgo de ser neutralizados, hubieron de optar por un modelo de ataque ya clásico, de baja sofisticación tecnológica (low-tech), con escaso planeamiento previo: utilizando las furgonetas previamente alquiladas para transportar los explosivos, un primer equipo de la célula se lanzó el jueves 17 a primera hora de la tarde sobre los transeúntes que abarrotaban las Ramblas de Barcelona, atropellando a más de un centenar de personas, de las cuales trece fallecieron en el acto y dos más a consecuencia de sus heridas. Puesto que el tiempo transcurrido entre la explosión de Alcanar y el atropellamiento de Barcelona fue de menos de 48 horas, la selección del nuevo objetivo es clara: un objetivo blando, accesible, y con una gran aglomeración de víctimas potenciales, más que probablemente turistas para maximizar el impacto mediático a nivel global. Curiosamente, hay un elemento más que vale la pena mencionar: en los primeros momentos del ataque, todavía en medio de la confusión informativa acerca de qué estaba pasando en Barcelona, se habló de una supuesta toma de rehenes en un bar en la zona próxima al ataque, toma de rehenes que posteriormente fue desmentida por las autoridades. Sin embargo, las agencias de noticias del Estado Islámico, en un ejercicio de propaganda, han capitalizado esta noticia falsa dándola por cierto, reivindicando no sólo una toma de rehenes, sino un tiroteo con armas de fuego en el interior del bar y el asesinato y la tortura de los “Cruzados y judíos” que había dentro. Aparte del desarrollo de hecho de la operación terrorista, el uso de propaganda y técnicas de desinformación son elementos que deberían ser considerados como dinamizadores de reclutamiento y consolidación de efectivos.

3.- Atropellamiento y apuñalamiento en Cambrils. Apenas nueve horas después del ataque en Barcelona, un segundo coche con una segunda unidad de la célula terrorista, chocó con el vehículo policial de un checkpoint dentro del dispositivo de vigilancia tras el atentado en la capital catalana. Previamente dicho vehículo había ya atropellado a varias personas a lo largo del paseo marítimo de la localidad. En esta ocasión los terroristas también portaban armas blancas de distinto tamaño y cinturones explosivos falsos, en una curiosa coincidencia con los terroristas del ataque de London Bridge y Borough Market en Londres el pasado junio. Los terroristas fueron casi instantáneamente abatidos por un segundo vehículo policial, pero en el intento de huida apuñalaron a otra víctima más, que se une a otra herida de gravedad a consecuencia del atropello. Nuevamente, la pauta de selección del objetivo reproducía la de Barcelona: un área turística con múltiples víctimas potenciales y bajas medidas de seguridad –si bien reforzadas a tenor de los acontecimientos de la tarde en las Ramblas. Y nuevamente, la táctica de elección fue otra copia de ataques previos en Europa, donde el conocimiento y la experiencia previa que éstos representan puede constituir una ventaja a la hora de minimizar la falta de entrenamiento operativo específico.

Las postrimerías del ataque se alargaron hasta el pasado 21 de agosto, cuando el conductor de la furgoneta, Younes Abouyaaqoub, fue abatido en la población barcelonesa de Subirats. Como sucedió con sus compañeros de célula, el terrorista portaba un cinturón de explosivos falsos. En este sentido, la trascendentalidad del terrorismo jihadista nos induce a pensar que buscaba morir abatido por la policía. La amenaza de los explosivos –recordemos que los auténticos se habían destruido en la explosión de Alcanar y que previsiblemente la capacidad de fabricar más era limitada para la célula- provocaría una respuesta automática en las fuerzas de seguridad de neutralizar dicha amenaza, no sin provocar un efecto colateral: convertir al terrorista, de forme involuntaria, en un shahid, en un mártir.

La falta de un planeamiento altamente sofisticado, en resumen, no mitiga el peligro, antes bien, probablemente lo incrementa. Las dificultades de prevenir de forma efectiva un ataque técnicamente poco elaborado son incuestionables, y algunas de las respuestas pasan necesariamente por medidas de seguridad física destinadas al endurecimiento de los objetivos. Sin embargo, un segundo conjunto de respuestas converge con la prevención de ataques de mayor sofisticación, que requieren la formación de una célula completa, la consecución de inteligencia, adquisición de material y otros elementos propios del planeamiento logístico –pisos francos, vehículos de despliegue y huida, etc.-, entre otras actividades, que pueden levantar sospechas. En este segundo conjunto de respuestas, la colaboración ciudadana es un elemento clave en la detección temprana de amenazas. Es obvio que el equilibrio entre miedo, paranoia y concienciación está representado por una finísima línea, pero debe ser encontrado y alcanzado. El único camino para ello es el entrenamiento en el proceso completo de gestión de un ataque terrorista, desde los primeros y menos obvios estadios de preparación al mismo momento del ataque. Salvar vidas es más que una cuestión de segundos, y debe ser percibido como un proceso integrado, una carga común y compartida entre todas las fuerzas de la sociedad. Una responsabilidad común.

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