- Beatriz Gutierrez
El atentado de Manchester: Del Estado Islámico a Hamza Bin Laden

Year 2 - Week 20
Nuevamente, un atentado terrorista ha sacudido el corazón de Europa. En esta ocasión el saldo de víctimas se eleva a veinte muertos y un centenar de heridos. Apenas doce horas después, el Estado Islámico ha reclamado la autoría a través de una de sus agencias de noticias, en un comunicado en el que no se menciona ni el nombre del atacante, tan solo una vaga mención a un soldado del Califato, ni el modus operandi específico –un atentado suicida- sino que simplemente menciona el uso de un artefacto explosivo. Sin embargo, sí se produce un cambio en el léxico con el que se refiere al objetivo: no infieles, sino específicamente “Cruzados” (cristianos). Todo ello, a pocos días de la publicación en diversos medios propagandísticos jihadistas del vídeo de Hamza bin Laden, arengando a las operaciones de martirio en Occidente. En dicho vídeo, el heredero al liderazgo de al-Qaida, con la legitimidad que le da la sangre sobre las bases sociales del jihadismo global, enumera una serie de posibles objetivos a priorizar, por este orden:
1.- Todo aquél que transgreda la fe verdadera en el Islam y en el Profeta.
2.- Intereses judíos.
3.- De no encontrarlos, intereses de los “Cruzados” estadounidenses.
4.- De no encontrar objetivos Cruzados americanos, atacar los intereses de los Cruzados de Estados miembros de la OTAN.
5.- Objetivos rusos, por haber olvidado las debacles de Chechenia y Afganistán y haber retornado a las injerencias en el mundo musulmán.
A la selección de objetivos se une la presentación de motivaciones que legitiman su causa, pero más interesante aún es la tercera parte del vídeo, donde elabora el ciclo de planeamiento del atentado terrorista que, recordemos, en líneas generales es común a todas las oleadas terroristas y difiere precisamente en el último paso, que en el caso del terrorismo jihadista se obvia: la vía de escape, que se convierte en operaciones de martirio que finalizan con la muerte del perpetrador. El ciclo de planeamiento que bin Laden señala se desarrolla a través de las fases de:
1.- Una vez seleccionado el objetivo, reconocimiento del mismo, acumulando tanta información como sea posible y adoptar la indumentaria precisa para pasar desapercibido. Esta labor requerirá discreción y no levantar sospechas, para poder observar sigilosamente al enemigo y detectar sus vulnerabilidades. Conocer el objetivo en profundidad, para poder maximizar el daño sobre toda expectativa del propio enemigo.
2.- Preparación física del mujahid, de modo que esté relajado y su actuación sea perfecta, aprovechando el factor sorpresa, tomando la iniciativa a la hora de infligir bajas, literalmente atacando a la yugular y las articulaciones. El factor sorpresa evitará que el mujahid sea neutralizado, por lo que los momentos iniciales de la operación son vitales[1].
Tres elementos llaman poderosamente la atención. En primer lugar, ambos documentos, tanto el vídeo de Hamza bin Laden como la reclamación de autoría, contienen un viraje léxico del ya clásico kuffar (infieles) a salibun (cruzados), restringiendo el círculo de objetivos. Si aplicamos las directrices de bin Laden al caso de Manchester, resulta obvio tanto la sociedad-objetivo, como el objetivo genérico: un Estado “cruzado” miembro de la OTAN, e incluso haciendo una interpretación extensiva, tras un concierto de una cantante estadounidense.
En segundo lugar, el modus operandi empleado, apenas mencionado por la reclamación del Estado Islámico, ha sido según la policía de Manchester un atentado suicida –operación de martirio-, alejado de los últimos atentados con medios de fortuna también reclamados por el Estado Islámico, como fueron Niza, Berlín o Londres. El atentado suicida requiere la aplicación del ciclo de planeamiento, especialmente la elaboración de inteligencia sobre el objetivo y la detección de sus vulnerabilidades. Horarios, accesos, salidas, en qué momento la seguridad va a ser más concienzuda, qué nudos de comunicaciones existen en la zona, tipología de las víctimas potenciales, etcétera. Un atentado suicida, en líneas generales, requiere un planeamiento que no es necesario en los casos anteriores, y con frecuencia, a pesar de que el perpetrador actúe en solitario, suele contar con el apoyo de una cierta infraestructura logística –desplazamientos, inteligencia, consecución o elaboración de explosivos-, lo que invalidaría la hipótesis del lobo solitario.
Resulta obvio que el acceso a un concierto con el nivel de alerta que toda Europa vive desde 2015 presentará mayores inconvenientes que la salida del mismo, donde la percepción de amenaza se ha relajado. Si no pasa durante el desarrollo del concierto, ¿por qué va a pasar en el momento de la dispersión de las víctimas potenciales? Y sin embargo es ahí donde está la vulnerabilidad, especialmente en las salidas más próximas a estaciones de metro, tren o paradas de autobús, y con un rango de víctimas potenciales jóvenes y por tanto con mayores probabilidades de utilizar el transporte público. Un fallo en la seguridad del evento, que debería garantizar desde el comienzo del acceso de miembros de la organización y usuarios hasta que el último de ellos ha abandonado las instalaciones. Fallo que a su vez es observable a través de la vigilancia sobre los procedimientos empleados en la protección de objetivos blandos y los eventos celebrados en los mismos, tales como el propio Manchester Arena.
No menos interesante respecto al modus operandi es el uso de un artefacto explosivo improvisado con metralla de clavos[2]. Si retomamos brevemente las indicaciones de bin Laden, sugiere golpear al enemigo en la yugular. Nuevamente, haciendo una interpretación extensiva, los efectos en términos de pérdidas masivas de sangre de la metralla de una bomba de estas características nos aproximan en cualquier caso a esa misma pauta, en la que el objetivo último es provocar un número masivo de víctimas, maximizando las capacidades limitadas de un solo individuo y un solo artefacto.
En tercer lugar, cabe preguntarse qué sentido tiene que el Estado Islámico reclame la autoría de un atentado tan mediático como el de Manchester de una forma tan laxa. Si volvemos a las características de la figura del lobo solitario, que se vincula a la organización sólo a nivel ideológico, ¿es posible excluir la posibilidad de que el nexo entre las indicaciones de bin Laden y la vinculación al Estado Islámico se produzca, habida cuenta de un marco ideológico común en la forma del jihadismo global y del objetivo también compartido de golpear a Occidente hasta su agotamiento y destrucción? ¿Sería también posible considerar esta variable “panjihadista” a nivel de células o comandos autónomos, vinculados también a un modelo de resistencia sin líder?.[3]
El atentado de Manchester, para concluir, ha ido más allá –nuevamente- del atentado que en los últimos meses se ha denominado “low cost”, a mi juicio categoría totalmente errónea, pues el terrorismo, como procedimiento de combate propio del contendiente más débil en un contexto de conflicto asimétrico, no tendrá las capacidades tecnológicamente avanzadas del contendiente regular, ni tan siquiera la voluntad de utilizarlas: la asimetría que proporciona el armamento sorpresivo y rudimentario es parte fundamental de su táctica. Las operaciones suicidas requieren un nivel de sofisticación y preparación mayor, que va de la consecución de información y elaboración de inteligencia a la fabricación del propio artefacto –que puede incluir desde fabricar el propio explosivo al diseño del sistema de detonación y la colocación de la metralla para maximizar sus efectos-. Es cierto que casos como el de Anders Breivik indican que la fabricación de IEDs y los atentados con bomba también son un modelo operativo implementable por individuos aislados, sin embargo la variable temporal apunta a que un trabajo coordinado a nivel célula o comando reduce los tiempos y maximiza la eficacia del procedimiento, especialmente cuando se produce una división de tareas en la que el “artificiero” es distinto del mujahid, en este caso ishtishadi[4].
La amenaza sobre objetivos blandos con grandes concentraciones de víctimas potenciales es recurrente. El nivel de letalidad no tiene porqué ser mayor o menor que el provocado con armas de fortuna como un camión. Pero es necesario volver a traer a la mesa de consideraciones preventivas este modus operandi con las consideraciones religioso-ideológicas y operativas que conlleva en cuanto a víctimas potenciales y posibles objetivos. Es necesario también incluirlo en la categoría de “incidentes activos”, en el sentido de que las víctimas potenciales y primeros intervinientes juegan un papel decisivo en la minimización del número de víctimas mortales. Y finalmente, es necesario seguir incidiendo en la concienciación ciudadana como parte de la arquitectura de seguridad que es cada vez más necesaria en el mundo occidental, donde la propia sociedad sea los ojos y el mecanismo de alerta temprana de las fuerzas de seguridad. Porque si hay espacio para recabar inteligencia sobre los objetivos, también lo hay para recabar contrainteligencia sobre las amenazas potenciales y si bien un atentado suicida reviste por su preparación mayores riesgos para las víctimas, precisamente su ciclo de planeamiento es su mayor vulnerabilidad.
[1] Extraido por la autora del vídeo de Hamza bin Laden “Advice for Martyrdom-Seekers in the West”. Fuente: Telegram.
[2] Las declaraciones de la Policía de Manchester catalogan el artefacto como “Nails bomb” o bomba de clavos, denominación genérica para artefactos explosivos con metralla metálica y punzante, como pueden ser clavos, cuchillas, o simplemente virutas metálicas.
[3] Ver David Crevillén Carretero, (2017): “Hacia una categorización de los tiradores activos: los lobos solitarios”, en este blog, https://www.grupodcsolutions.com/single-post/2017/02/07/Hacia-una-categorizaci%25C3%25B3n-de-los-tiradores-activos-II-los-lobos-solitarios
[4] Casos concienzudamente analizados como el terrorismo suicida palestino en los casos de Hamas refuerzan esta línea. Podemos destacar la figura de Yehya Ayyash, “El Ingeniero”, padre del programa de ataques suicidas de Hamas y que durante años enseñó a toda una generación de miembros operativos del movimiento las técnicas más efectivas de fabricación de explosivos y artefactos improvisados.
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