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  • Beatriz Gutierrez - Investigadora de terrorismo

Definiendo objetivos: El ataque a la Sala “La Reina” en Estambul visto por el Estado Islámico.


Year 2 - Week 3

El 1 de enero de 2017, poco después de comernos las uvas, a los que nos dedicamos al mundo de la seguridad comenzaban a llegarnos noticias de un nuevo atentado en Estambul. Sin duda la magnitud de la tragedia nos alcanzó con mayor crudeza a la mañana siguiente. Un nuevo ataque sobre Turquía, apenas una semana más tarde de que un joven policía turco vinculado a Jabhat Fatah al-Sham (anteriormente Jabhat al-Nusra, extensión territorial de al-Qaeda en Siria) asesinara al embajador ruso ante los atónitos medios de comunicación.

Turquía ha estado en el objetivo tanto de al-Qaida como del autoproclamado Estado Islámico de forma recurrente en los últimos meses, a lo que se unen viejos enemigos como el PKK o alguna de sus escisiones –caso del atentado el 11 de diciembre de 2016 sobre el estadio Vodafone Arena del Besiktas. El 28 de junio de 2016 un comando del Estado Islámico atacaba en una operación que combinaba armas de fuego y chalecos explosivos el aeropuerto de Estambul, con un saldo de 42 muertos. El 19 de diciembre del mismo año tuvo lugar el ya mencionado asesinato del embajador ruso. Una de las primeras preguntas que nos vienen a la mente es ¿por qué esto grupos jihadistas llevan a cabo ataques en un país musulmán, donde, presumiblemente, las víctimas van a ser también mayoritariamente musulmanas? El último número de Rumiyah[1], la revista publicada por el Estado Islámico, arroja luz sobre este punto.

En el artículo titulado “Shedding light on the blessed operation in Istanbul” encontramos la justificación doctrinaria a este tipo de ataques contra musulmanes, basada en los conceptos de shirka (politeísmo) y radda (apostasía). Comenzando por el primer concepto, el mushrik (aquél que practica el politeísmo) es susceptible de ser considerado objetivo del muwahid, puesto que el politeísmo es a ojos de Allah un pecado de suma importancia, lo que excluye a quienes lo practican de las gentes protegidas por la sharia. Encontramos ya en esta presentación una dicotomía maniquea: frente al mushrik desviado de la verdadera religión revelada, el muwahid o defensor de la unidad de la religión. Sin adentrarnos en disquisiciones exegéticas, los mushrikin son definidos como aquellos supuestos musulmanes que adoptan costumbres de otras religiones, tales como la celebración de fiestas o la vestimenta, convirtiéndose así en kufrin (infieles) contra los que es lícito hacer la guerra santa. Rápidamente podemos establecer la relación entre el concepto de mushrik y los asistentes –turcos y de otras nacionalidades de mayoría musulmana- a una fiesta cristiana –o al menos occidental- como es Año Nuevo, resultando así irrelevante la religión de las víctimas, pues los musulmanes participantes en dicha fiesta eran, a ojos de la sharia, objetivos del ataque por su sola presencia en la discoteca “La Reina”, en base a su conducta pecaminosa e inmoral. Es más, prosigue el artículo, si hubiesen sido víctimas colaterales que se hallaban en las inmediaciones, ello no habría sido óbice para el ataque del mujahiddin, puesto que los musulmanes de bien deben en todo caso evitar frecuentar lugares de pecado e inmoralidad, así como templos en los que no se dé culto a Allah.

A la justificación aplicada a los asistentes de la sala “La Reina” se une la justificación contra el propio gobierno turco. Dejando fuera las consideraciones geopolíticas sobre la participación del gobierno de Erdogan en el conflicto sirio, éste viene siendo calificado de forma recurrente tanto por el Estado Islámico como por al-Qaeda como un gobierno apóstata (mutarad). Este concepto ha sido tradicionalmente manejado por las diferentes corrientes salafistas-jihadistas desde tiempos de Hassan al-Banna y Sayyid Qutb, y reintroducido en la propia al-Qaeda por Ayman al-Zawahiri, donde los gobiernos apóstatas se consideran objetivo prioritario de la jihad global por haber abandonado la rectitud del Islam.

¿Qué conclusiones podemos sacar de la operación? En el aspecto más puramente estratégico, el ataque a la sala “La Reina” es una acción de hostigamiento a un gobierno que ha cambiado su postura de neutralidad benéfica hacia el jihadismo en Siria para posicionarse entre las fuerzas opuestas al Estado Islámico. En lo táctico, nos encontramos frente a un lobo solitario –sin lugar a dudas con ciertos apoyos logísticos- y un caso de incidente de tirador activo, donde el objetivo era una sala considerada “politeísta”, definiendo así también la victimología: recordemos que los incidentes de tirador activo de carácter jihadista discriminan a sus víctimas en un sector poblacional específico, dentro de lo indiscriminado del ataque[2], siendo en este caso dicho nicho social el de los mushrikin presentes en la fiesta de Nochevieja.

¿Qué conclusiones podemos sacar del artículo de Rumiyah? Más interesantes son si cabe este segundo grupo de conclusiones. La necesidad de que el órgano mediático del Estado Islámico publique este artículo justificativo denota la contestación en las bases sociales musulmanas hacia este tipo de ataques. Un ataque en este caso que ni tan siquiera podía alegar la quiebra shia-sunna, sino que tenía lugar en un país de mayoría aplastantemente musulmana y sunnita. En un contexto de pérdida territorial en Iraq y Siria, con las consecuencias económicas y sociales que ello está provocando en las filas del autoproclamado Estado Islámico, la clave de su supervivencia pasa por no perder el apoyo más o menos tácito del Islam radical a nivel mundial. El número 6 de Rumiyah, en un ejercicio de propaganda que raya en la guerra psicológica, muestra la necesidad de prevenir la desmovilización de sus bases y, especialmente, de no perder la legitimidad de que todavía goza entre sus filas el Califato.

[1] Rumiyah, “Shedding light on the blessed operation in Istambul”, número 6, febrero de 2017, pp.12-20.

[2] Ver nuestro anterior post “Hacia una categorización de los tiradores activos (I)”, de David C. Carretero, en este mismo blog.

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