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  • David Crevillén C. - GrupoDC Solutions / Beatriz

Asesinos en masa, amok y lobos solitarios: hacia una categorización de los tiradores activos.


Year 1 - Week 1

ISSN 2603 - 9931

Los medios de comunicación no dejan lugar a dudas. Las noticias de lo que en la calle comúnmente se conocen como tiroteos se repiten casi a diario en distintos puntos del mundo. El informe del FBI “A Study of Active Shooter Incidents in the United States between 2003 and 2013” ratifica esta percepción. Entre los años 2000 y 2006 se produjeron 6’4 incidentes implicando a tiradores activos al año, mientras que para el periodo 2007-2014 la cifra se elevaba hasta un 16’4. Y sin embargo, tan importantes son las estadísticas como la nomenclatura, pues de ella depende por una parte la categorización, y por otra, la respuesta dada a un fenómeno que al año se cobra decenas de víctimas.

El término “tirador activo” es un concepto aplicado por las Fuerzas de Seguridad a las situaciones en las que se está produciendo un tiroteo, pero con la especifidad, y ello es el primer elemento a tener en cuenta, de que una de las características del delito como tal es que el mismo ataque en proceso puede condicionar los protocolos de respuesta y reacción al incidente sobre el terreno. Ello se debe a que, contrariamente a lo que sucede en crímenes comunes, como el asesinato o la violación –donde el único elemento “activo” es el perpetrador-, en los incidentes de tiradores activos tanto las fuerzas de seguridad (primera respuesta) como los ciudadanos (víctimas) tienen la capacidad potencial de afectar al desarrollo y resultado del incidente en base a sus propias reacciones y actuaciones a lo largo del mismo.

Avanzando en la construcción operativa del concepto, un tirador activo es un individuo o grupo implicado activamente en el asesinato o intento de asesinato de una determinada aglomeración humana concentrada en un espacio concreto y limitado. Implícita a la propia definición del perpetrador –tirador- se encuentra el uso de armas de fuego, por lo que dentro de la categoría quedarían excluidos ataques con armas blancas, explosivos o incluso armas no-convencionales (NBQR). En contrapartida, si bien hemos limitado por una parte el tipo de armas empleadas, la definición es lo suficientemente amplia como para dar cabida a una serie de fenómenos que, pese a estar relacionados, presentan características diferenciadoras, como son los asesinatos en masa, y dentro de éstos, los cada vez más conocidos como casos de “amok” y los llamados “lobos solitarios” de motivación terrorista. El objeto de este artículo es llevar a cabo una aproximación a la definición de estas categorías, señalando sus principales elementos comunes y diferenciadores, de modo que a posteriori se pueda avanzar una respuesta adaptada a las especificidades de cada categoría.

1.- El marco general: asesinos en masa.

Por asesinato en masa entendemos aquel con un número de igual o mayor de cuatro víctimas mortales, de forma simultánea –sin periodo de enfriamiento, o fase en la que el asesino vuelve a su modo de vida habitual entre asesinato y asesinato; esta característica no es baladí, puesto que diferencia al asesino en masa de otras figuras como el asesino en serie- y en una localización concreta, aunando así unidad temporal y geoespacial en la comisión de la acción armada.

Paul Mullen añade una subcategorización en este sentido, diferenciando entre el asesinato en masa y la masacre autógena, como subcategoría del primero. Ateniéndose a la población-objetivo y a la motivación del perpetrador, más que al mero número de víctimas o al marco temporal del ataque, Mullen señala que un asesinato masivo responde a motivaciones de carácter ideológico y principios como pueden ser la religión o la ideología política radicalizada, por lo que su ataque se centrará en un determinado sector de la población a la que considera un objetivo. Por su parte, las masacres, que Mullen denomina masacres autógenas -en tanto que auto-producidas- aluden a aquellos asesinatos masivos producidos de forma aleatoria e indiscriminada, con el único propósito de matar gente de modo indiscriminado, y que ocurren por casualidad en un lugar específico, como resultado de las motivaciones subjetivas del individuo o como manifestación de una psicopatología. Esta división en cuanto a la motivación es clave en la reconsideración de las categorías de amok y tirador activo de carácter terrorista y, a su vez, tendrán un importante impacto en un elemento tan decisivo como es el planeamiento del ataque.

2.- Tiradores activos y asesinos en masa: cruzando categorías.

Sin embargo, no todas las subcategorías incluidas en los asesinos de masas son también incluibles en la de tirador activo, basándonos precisamente en la acepción de “activo” como capacidad de víctimas y fuerzas de seguridad de cambiar el resultado del incidente armado. Así, el tipo más común de asesino de masas, el tipo consorte-posesivo –recordemos la necesidad de más de cuatro víctimas mortales para ser incluido en la categoría- no presenta un perfil activo puesto que la capacidad de respuesta de la víctima con frecuencia es limitada. Las dos subcategoría que nos atañen serían la extrafamiliar y la denominada pseudocomando.

La categoría extrafamiliar entronca con delitos cometidos fuera del ámbito familiar, lo cual nos lleva a introducir la variable del targeting, más de cuatro víctimas, desconocidas e indiscriminadas. Es en este punto donde encontramos las dos subcategorías de mayor importancia en el análisis del fenómeno de los tiradores activos, los denominados casos “amok” y los pseudocomandos.

La categoría de “amok” viene del uso –no totalmente acertado- del denominado síndrome de amok, cuyas especificidades psiquiátricas tienen más que ver con un ataque de histeria que propiamente con un incidente de tirador activo. Sin embargo, la asociación a este modelo implica un estallido de rabia que se manifiesta en una acción violenta durante un periodo de corta duración y sin planeamiento previo. En este sentido, determina la inclusión en la categoría de tirador activo a) el uso de armas de fuego, y b) el número de víctimas, excluyendo ataques con otro tipo de armas como armas blancas o vehículos (atropellamientos).

La figura del pseudocomando se caracteriza por una personalidad narcisista y movida por la venganza contra un colectivo social (desde la sociedad en su conjunto a un sector de la misma) a la que el perpetrador acusa de haber cometido una injusticia contra él, en una infancia marcada por abusos, bullying, o una personalidad solitaria que, debido a su tendencia narcisista interioriza estas situaciones como un acto hostil. Este perfil legitima el uso de la violencia en un enfoque de vida militarizado que canaliza la escalada de resentimiento hasta su estallido en forma de ataque. La militarización del sujeto implica un alto grado de preparación de los ataques, sin que prevean un plan de escape, lo cual conlleva la concepción de dicha acción casi como una misión suicida, en la que la muerte del perpetrador es un mensaje de empoderamiento.

3.- El “lobo solitario” como tirador activo.

Finalmente, ¿cuál sería la interacción entre los anteriores perfiles y la tan mediática figura del “lobo solitario”? El lobo solitario tiene en su filiación ideológica el mecanismo de canalización del resentimiento que le impulsa al uso de la violencia, sea esta ideología de carácter jihadista (Fort Hood, 2009) o no (Anders Breivik, Oslo, 2011). Es este vínculo ideológico el que le une a una organización o movimiento, puesto que en caso de existir bien una estructura operativa en célula –más de un individuo, caso en que estaríamos ante tiradores activos, pero no lobos solitarios- o una organización dando respaldo operativo o logístico no podríamos hablar en puridad de “lobo solitario” (atentados de París, 2015). Sea como fuere, en el caso del “lobo solitario” y concretamente en los casos en los que éstos actúan como parte de una estructura terrorista a la que se hallan vinculados por canales ideológicos y con frecuencia de autoradicalización, la perpetración de incidentes de tirador activo es, además de un mecanismo de ejecución de la violencia frente a agravios sociales, falta de integración o alienación respecto a la comunidad mayoritaria, una táctica racionalmente seleccionada cuya principal característica es el ataque sobre “soft targets” y la indiscriminación y maximización del número de víctimas con el propósito último de generar una respuesta psicológica en la población-audiencia: el terror.

En conclusión, nos encontramos ante un fenómeno, como es el del tirador activo, que presenta como última respuesta una sistematización clave, como es la neutralización del atacante. No obstante, antes de llegar a esta última opción, y ello es de especial relevancia en términos de prevención, los matices que sugieren las categorías presentadas indican que elementos como el nivel de preparación del ataque y la selección del objetivo tanto físico como humano son claves a la hora de gestionar los incidentes de tiradores activos.

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